sábado, 27 de mayo de 2017

26 de mayo de 2017



Ayer fui a visitar a mi abuela. La puerta estaba abierta y cuando entré ella estaba sobre la cama. 
Tenía una mueca rara y por momento pensé que estaba muerta. 
En la casa había un olor muy fuerte a algo ácido y tóxico. Abrí las ventanas y las puertas y comencé a gritar hasta que se levantó. Le pregunté qué era ese olor y me dijo que a la mañana le había parecido buena idea limpiar los azulejos antiguos con ácido. Le dije que me parecía una locura, que usara lavandina. Al asomarme por la ventana vi también que la planta de oreja de elefante estaba mutilada y cuando le pregunté qué había pasado me dijo que el día anterior había salido con un cuchillo, de esos de cocina, y la había cortado toda porque no le dejaba pasar la luz. Mi abuela tiene 80 años y nunca nos llevamos del todo bien, pero ahora me da mucha ternura ir una vez por semana a su casa. Ella tiene un carácter difícil porque vivió 20 años sola en el campo y de repente puede hacer cosas peligrosas, como andar para todos lados con un cuchillo por si entra alguien. Lo que más me fascina de ir a verla es algo que descubrí hace muy poco, me da un poco de pena no haberlo valorado antes. Ella cuenta historias de un modo muy atrapante, además tiene muchas porque fue militante del pc y tuvo muchos novios. Usa un lenguaje muy preciso y me quedo muchas horas escuchando, porque además mientras cuenta, inventa y dice cosas que no son. Ayer me dijo que Fidel Castro le había sacado un montón de plata a Maradona y que a Maradona no le importaba mientras le dejaran usar el traje verde, para parecer revolucionario. Me dijo un montón de barbaridades y después me mostró un saco rojo que me está tejiendo. Se nota que lo hace como puede porque no ve mucho y le quedan varios agujeros, igual le dije que estaba divino y que le sale muy bien. Me cuenta que duerme todo el día, no entiende por qué pero se duerme y pueden pasar 13 horas. La miro bien y  es como que cierta gente muy anciana ya está en otro tiempo. No está en la vida y tampoco en la muerte, pero tienen algo de muerte en la cara y un poco en la actitud. Siento un poco cuando me habla que ella no es real y que es como una entidad del más allá, hasta que se hace la hora, la saludo con un beso y le cierro la puerta de madera.

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